Los avatares de la pandemia que nos ha tocado vivir nos ha enseñado que nuestros hogares son también un espacio de aprendizaje. Siempre lo habían sido, pero ahora lo hemos percibido con más claridad. El aprendizaje no queda circunscrito al espacio del colegio; nuestras casas son ambientes de aprendizaje inestimables, que debemos recuperar y tomar muy en serio.
Contextualizar el aprendizaje
En la era de la información los contenidos están al alcance de un clic, pero faltan destrezas y habilidades de pensamiento. ¿Cómo está tu hijo o hija en comprensión, razonamiento, análisis, lógica, espíritu crítico…? ¿Cómo los estamos educando en la forma de construir y estructurar su pensamiento con respecto al mundo real? ¿Cómo les estamos ayudando a tener una mirada amplia del mundo que estamos viviendo?
No sirve de nada acceder y engullir mucha información si no la sabemos utilizar, analizar y estructurar para convertirla en conocimiento y sabiduría. La responsabilidad de aprender es de los niños y niñas, pero nosotros, los adultos, debemos guiarlos por la senda del desarrollo del pensamiento. Hay que implicarlos en las tareas de casa, en los diálogos familiares, en la toma de decisiones, en el debate de ideas e impresiones sobre temas reales, debemos involucrarlos en los problemas cotidianos, ya sean familiares o sociales, y en la búsqueda y proposición de posibles soluciones, enseñándoles a valorar esas soluciones para escoger las más acertadas y viables.
Saber resolver problemas será un entrenamiento imprescindible y valiosísimo para su futuro, para una vida llena de decisiones, de cambios y adaptaciones a nuevas situaciones, al desarrollo de proyectos personales y laborales. Por ello es importante que sepan escuchar y analizar diferentes puntos de vista, desde la calma y el respeto por todas las ideas. Resulta esencial que aprendan a valorar diferentes formas de resolver un problema, de ponerse en la situación de otros y contemplar realidades y soluciones alternativas. Y esto lo podemos hacer con cualquier problema que podamos encontrar en las noticias o en las situaciones cotidianas que nos rodean. Es trascendental el sacarlos de su burbuja habitual de familia y colegio para hacerles ver un mundo mucho más complejo y diverso. Temas y problemas actuales, globales, que antes o después estarán en su realidad.
Era del aprendizaje informal
Pero el primer paso está en nuestra percepción de nuestros hijos e hijas, en conceptuarlos como personas capaces de pensar y de involucrarlos en nuestro mundo, no aislándolos y sobreprotegiéndolos. Hay que cambiar la mirada con la que los vemos: en lugar de ver notas, asignaturas, cursos, proyecciones… habrá que comenzar a concebirlos con una mirada mucho más abierta, como personas con emociones, capaces de pensar, personas con valores, capaces de comunicarse, de resolver problemas, de conversar…
Nuestros jóvenes no son como nosotros éramos cuando teníamos su edad. La sociedad ha cambiado y ellos han evolucionado también. No podemos pensar con la mirada puesta en nuestro pasado, sino en su futuro. Ellos acuden a Internet para aprender. Son más visuales que lectores de libros. Un reciente estudio realizado en varias universidades de Europa revela que más del 80% de los y las estudiantes acuden a Internet y a YouTube para encontrar la información necesaria para su formación académica. Nos podrá gustar o no, pero es la realidad de esta nueva generación. Son visuales, pero… pero les falta una buena educación en competencias digitales, de cómo utilizar estos recursos correctamente, de cómo relacionarse y comunicarse digitalmente, de cómo protegerse… No en vano, la Comisión europea ha publicado recientemente el Marco Común de Competencia Digital que se divide en 5 áreas competenciales en las que se incluyen 21 competencias a desarrollar para los ciudadanos del futuro. Y si esto es tan importante, y en casa nuestros jóvenes dedican gran parte de su tiempo de ocio a estar en las redes sociales y a utilizar las herramientas digitales para su aprendizaje, deberemos establecer patrones de comportamiento y uso del entorno digital de manera adecuada. Los responsables familiares no podemos evadirnos de esta realidad, sino que tenemos que abrir un diálogo para conocer, compartir y educar en la era digital desde edades tempranas.
No es fácil. En muchas ocasiones creemos que ellos saben mucho más de tecnología que nosotros, pero la realidad es que saben mucho de ciertas aplicaciones, pero no tanto de un buen uso de las herramientas digitales para su aprendizaje. No saben tanto de los peligros y de la influencia que tienen sus actividades actuales en las redes para su futura vida adulta, de cómo influyen en sus ideologías y conductas.
Comprender su destreza digital
Podemos plantear un ejercicio sencillo para comprender su destreza digital. Podemos buscar información sobre un personaje histórico cualquiera y en menos de un segundo obtendremos más de 30 millones de resultados. ¿Pero por dónde empezar? ¿Qué creer de esa información? ¿Cómo podemos contrastar lo que es verdad de lo que es mentira o de si un artículo peca de falta de rigor? ¿Qué escoger y cómo organizar la información para que nos sea útil? Además, tenemos múltiples formas de recibir esa información: en formato de vídeo, texto, infografías, imágenes, noticias, páginas web…
Es un error el término de “nativos digitales” y creer que ellos saben utilizar la información porque está a su alcance desde pequeños. Yo nací cuando ya existían los coches y no por ello sabía conducir; necesité aprender y aprender las normas de tráfico. Y nuestros hijos e hijas necesitan aprender a saber utilizar las tecnologías digitales correctamente. ¿Entonces qué? ¿Los dejamos solos ante un ordenador, una tablet o un teléfono móvil? ¿Esperamos que ellos solos sepan utilizarlo correctamente o nos implicamos en su educación? Si nuestros hogares se han convertido en un espacio de aprendizaje, ¿no deberemos involucrarnos en su aprendizaje? Son nativos, pero no expertos. Con un móvil en sus manos, con una tablet o con un ordenador pueden aprender muchísimo, por lo que es una herramienta muy útil para su formación.
Muchas familias no dejan de decir que no saben lo que hacen, que pasan demasiado tiempo delante de las pantallas, que podrían conocer a gente mala, que pueden acceder a cosas que no deberían, que pueden estar expuestos a peligros, que pueden publicar cosas de las que luego arrepentirse toda la vida… y, ¿saben? Es verdad. Tienen razón.
Son nativos, no expertos digitales. ¿Pero en serio vamos a prohibirles el usar esa tecnología? ¿Es esa la mejor solución? Es como si en su momento nos hubieran prohibido utilizar el teléfono, el coche, el avión… porque eran tecnologías peligrosas. No, no podemos dar la espalda al progreso, a la realidad del mundo en el que nos movemos. La solución radica en EDUCAR. Digamos dónde están los límites, enseñemos a usarla bien, dialoguemos y marquemos pautas correctas, porque si no lo hacemos la familia y los educadores, ¿quién lo va a hacer?
Pablo Daniel García Brull
Responsable de Innovación