Cómo acompañar las emociones de nuestros hijos e hijas de manera saludable
La regulación emocional es un estado en el que predomina un equilibrio interno, es decir, el sentir está dentro de los límites donde tenemos nuestros recursos disponibles para decidir qué queremos hacer con lo que estamos sintiendo.
Algo fundamental en este proceso de regulación es saber identificar nuestras propias emociones. A mayor conciencia tengamos de nuestro mundo emocional y de cómo funciona en cada una de nosotras y nosotros mismos, más capacidad tendremos para regularnos.
Las niñas y los niños se desarrollan a través de las relaciones, de las emociones que experimentan y de las respuestas que les ofrece su mundo externo. Cuando se desbordan emocionalmente lo que les facilita ir desarrollando su propia capacidad de contención es tener la experiencia de que las personas adultas que están a su lado les calman y no se desbordan también.
Si yo, como niño o niña, tengo la experiencia que lo de afuera me contiene, podré contener mis experiencias emocionales intensas siendo adulto o adulta. Si yo como niño o como niña tengo la experiencia de que en mi entorno más significativo hay un espacio para las emociones creceré conociéndome y desarrollando mi inteligencia emocional.
Si por el contrario se niegan seguramente creceré con un desconocimiento de mi mundo emocional, y del el de los demás, y sin saber cómo manejarme con este aspecto tan importante en la vida de todas las personas.
Si mi experiencia siendo niña o niño es que eso que me desborda a mí también desborda a las personas que me acompañan, el grado de angustia aumenta y seguramente tendré muchos momentos de desborde emocional en mi vida adulta, creceré con miedo a sentir y no sabré manejarme de manera segura con mis emociones.
Así que sí queremos facilitar la regulación emocional de las niñas y los niños, lo primero tenemos que aprender es a regularnos emocionalmente las personas adultas para poder acompañarles desde la calma y facilitarles una experiencia de contención y seguridad.
Y si queremos que sean inteligentes emocionalmente tendremos que aprender a manejarnos con nuestras propias emociones para poder sostener las de ellos y ellas facilitándoles experiencias que les permitan sentirse acompañados en lo que sea que estén sintiendo.
Vivir la incertidumbre con más serenidad
Desde el mes de marzo, cuando empezó esta situación que estamos viviendo con el COVID, la incertidumbre es algo muy presente en nuestras vidas. Todavía estamos en un momento donde no hay certezas, donde no sabemos cómo van a ser las próximas semanas, donde nos enfrentamos a situaciones totalmente nuevas, donde no podemos planificar a largo plazo, donde parece que casi todo está inestable y donde está presente el miedo, la preocupación y la ansiedad.
Para algunas personas tener todo bajo control es importante para tener la sensación de seguridad y funcionar con tranquilidad en su día a día. Seguramente para estas personas estos días que estamos viviendo serán más difíciles de sostener. Aprender a vivir en este momento vulnerable con la menor angustia posible puede ser un reto en estos momentos de pandemia.
Es inevitable pensar en el futuro y al mismo tiempo cuando somos capaces de centrarnos en el presente podemos vivir la incertidumbre con más serenidad.
Quedarnos con lo positivo del miedo
El miedo es la emoción que está presente cuando tenemos percepción de peligro en una situación que no podemos controlar ni predecir cómo se resolverá; y eso nos produce inseguridad. La percepción de amenaza que nos lleva a experimentar miedo puede ser real o imaginada, física o psicológica y apoyada en experiencias previas o no. También puede ser una posible reacción a experiencias traumáticas.
En estos momentos que estamos viviendo es esperado sentir miedo. Miedo a contagiarnos, a que le pase algo a alguna persona querida, miedo por la situación económica, a no saber cuánto tiempo va a durar, a posibles confinamientos, etc.
Cuando sentimos miedo se activan nuestros sistemas de alerta internos y normalmente experimentamos malestar y puede que estemos susceptibles y fácilmente irritables. Así, el miedo nos informa de un posible peligro y nos empuja a protegernos. Eso está bien. El problema es cuando dirige nuestra vida, lo inunda todo, y la amígdala, ese trocito de nuestro cerebro emocional que nos informa de que hay peligro, nos mantiene en continua tensión.
Algo que nos puede ayudar es quedarnos con la parte del miedo que nos lleva a la cautela, al sentido común, la prudencia y al mismo tiempo conectarnos con la confianza y la tranquilidad. Porque el cuerpo relajado funciona mejor para casi todo y porque el sistema inmunológico también se debilita cuando hay estrés, ansiedad y pánico.
Es importante que tú te cuides y puedas estar lo mejor posible para acompañar a tus hijos e hijas en lo que necesiten.
Por eso os dejo algunas sugerencias para sostener mejor este momento de pandemia:
ACEPTA ESTE MOMENTO. Ese es el primer paso. Trata de no pelearte internamente queriendo que las cosas sean de otra manera y tratando de tener todo bajo control. Estamos en un momento caracterizado por las dudas y la inseguridad. No trates de buscar respuestas para todo.
CÉNTRATE EN EL PRESENTE Y EN LA MEDIDA QUE PUEDAS EN EL DÍA A DÍA. Organizar solo a corto plazo te va a dar sensación de más control. Es inevitable pensar en el futuro y al mismo tiempo en la medida que seas capaz de centrarte en el presente podrás vivir la incertidumbre con más serenidad.
NO TE VAYAS MUY LEJOS PENSANDO EN LOS PRÓXIMOS MESES. La incertidumbre es todavía grande. No tiene mucho sentido poner el foco en cómo serán las cosas dentro de unos meses. No lo sabemos.
TRATA DE PONER LA ATENCIÓN EN ASPECTOS QUE TE APORTEN SEGURIDAD. En eso que sí que controlas, en eso que sí que puedes seguir haciendo bien a pesar de estar en el momento en el que estamos.
APÓYATE EN PERSONAS QUE TE TRANSMITAN TRANQUILIDAD. Tener una conversación, compartir cómo estás, recibir empatía, sentirte escuchado y acompañada, te va a facilitar sostener la incertidumbre con más sosiego y tranquilidad interna.
CONFÍA EN QUE TODO SE IRÁ ORDENANDO. Después del caos viene el orden. Poco a poco todo se irá reconstruyendo y volveremos a vivir con más estructura y con una nueva organización del día a día más sólida. Esto pasará.
COMPARTE TUS EMOCIONES. En esta situación que estamos viviendo es esperado que haya miedo, ansiedad, tristeza, … también momentos de bienestar, ambivalencia, sentimientos encontrados…
Nos necesitamos más que nunca, y necesitamos encontrar formas de apoyarnos, de compartir emociones y afectos para construir una red que nos sostenga.
Habla, comparte y deja salir tus emociones. Eso es también una forma de cuidarte para poder seguir transitando lo que nos queda. A veces nos cuesta expresar, poner palabras a lo que nos ocurre por dentro y sacarlo fuera. A veces pensamos que transmitir lo que nos ocurre es preocupar, es molestar, o simplemente nos cuesta porque no es algo que hacemos normalmente, y entonces no compartimos nada, y tampoco preguntamos a las personas que nos importan, y eso incrementa la soledad y la posible angustia de estos momentos.
Aunque el contacto personal esté limitado, puedes llamar a alguien que sientas que te escucha. Haz lo que necesites para no perder el contacto con las demás personas y para compartir lo que vas sintiendo.
ESCRIBE. Es una forma de sacar fuera lo que te ocurre por dentro. Poner palabras a tu sentir ayuda a dar forma a tu experiencia.
RÍETE. también lo que puedas y busca momentos de diversión porque esa parte hace más ligero el día a día y también aporta salud.
Y si estás triste y con poca energía:
RALENTIZA EL RITMO. La tristeza requiere calma, quietud y rebajar las exigencias. Cuando estamos tristes experimentamos dolor en el cuerpo y en el alma, y una sensación de abatimiento. El momento triste es un momento de pocas palabras, de silencios, de ritmo lento, sin casi fuerza, de respiración ralentizada, de poca intensidad, de ensimismamiento, de estar hacia dentro, con poco contacto con lo de afuera. Nos invita a descansar, a la soledad, a reflexionar para revisar, integrar y reparar nuestras vivencias. Permitirnos sentir la tristeza nos acerca al momento de aceptación de la realidad, de aquello que ha ocurrido, de lo que nos duele.
ESCUCHA TU TRISTEZA. Experimentar la tristeza nos ayuda a saber lo que queremos, a escucharnos, a estar en contacto con nosotras y nosotros mismos, y a tomar decisiones. Los momentos de tristeza suelen venir seguidos de cambios vitales importantes. Si las lágrimas empujan para salir no las frenes, porque ellas seguirán empujando sabiamente o el cuerpo hará un ajuste para sacar el dolor de otra manera.
Elige personas para estar a tu lado que te permitan estar cómo necesites estar. Si compartimos la tristeza ésta se hace más pequeña y llevadera. Poder llorar en compañía es una experiencia reconfortante. La mirada de otra persona, aún en el silencio, nos saca de nuestro fondo, aunque sea por un momento y nos conecta con lo de fuera. Nos conecta con la vida.
Hay personas que prefieren llorar en soledad. Sin embargo, la experiencia de poder llorar apoyado en los brazos de alguien con quien sentirte acompañado o acompañada, en el silencio, sin juicio, sin preguntas, sin prisas, con una mirada de presencia que por un momento te saca de ese interior donde nos ancla la tristeza, es una experiencia sanadora y reparadora.
Y recuerda, cuídate, para poder acompañarles desde la calma y facilitarles una experiencia de contención y seguridad que les permita crecer con inteligencia emocional.
Mireia Simó Rel
Psicóloga. Terapeuta Gestalt.
Autora del libro El mundo de las emociones. 2ª edición Savanna books
Instagram: @mireiasimorel
Facebook: Mireia Simó Rel