Nuestro día a día nos exige estar viviendo continuamente desde nuestras emociones.

Conocerlas y entenderlas nos ayuda a adaptarnos a las diferentes situaciones y, ahora más que nunca, debemos hacerlo, pero también es fundamental que ese conocimiento se lo traslademos a los más pequeños para ayudarles en su correcta gestión.

Una emoción es un proceso que se activa cuando el organismo detecta algún peligro, amenaza o desequilibrio con el fin de poner en marcha los recursos a su alcance para controlar la situación (Fernández-Abascal y Palmero, 1999). Por lo tanto, las emociones son mecanismos que nos ayudan a reaccionar con rapidez ante acontecimientos inesperados que funcionan de manera automática, es decir, son impulsos para actuar.

Cada emoción prepara al organismo para una clase distinta de respuesta; por ejemplo, el miedo provoca un aumento del latido cardiaco que hace que llegue más sangre a los músculos favoreciendo la respuesta de huida.

Las emociones son propias del ser humano y todas las emociones son válidas. No podemos desconectar o evitar las emociones y tenemos que aprender a manejarnos en nuestros estados emocionales.

Emociones Básicas

Existen seis emociones básicas que se dan en todas las culturas y que nos mueven hacia aquello que se evalúa como agradable. También nos apartan de lo que nos resulta aversivo, adquiriendo un papel fundamental en la toma de decisiones y la solución de conflictos:

        • Miedo (desagradable): Nos sirve para apartarnos a un peligro y actuar con precaución.
        • Asco (desagradable): Nos produce rechazo y solemos alejarnos.
        • Ira (desagradable): Es adaptativa cuando impulsa a hacer algo o modificar una situación difícil.
        • Alegría (agradable): Reproducimos aquel suceso que nos hace sentir bien.
        • Tristeza (desagradable): Su función es la de pedir ayuda y nos motiva hacia una reintegración personal.
        • Sorpresa (puede ser agradable o desagradable): Nos ayuda a orientarnos, qué hacer ante una situación nueva.

De las seis emociones básicas creamos las emociones secundarias que nos sirven para interactuar con los iguales. Estas emociones fomentan un mundo mejor, son emociones sociales y su finalidad es forzar y reforzar la unión del grupo y asegurar la supervivencia. Alguna de estas emociones las estamos observando diariamente en esta crisis en la que nos encontramos, por ejemplo, la admiración.

Inteligencia Emocional

Una vez hemos definido las emociones necesitamos aprender a saber gestionarlas, a saber, controlarlas, es decir, poseer “Inteligencia emocional”.

Podríamos definir “Inteligencia emocional”, término acuñado por Daniel Goleman, como la capacidad de entender nuestras emociones y las de los demás de manera equilibrada y para resolver nuestros problemas del día a día, sin que el mundo se nos venga encima. Son las habilidades para gestionarnos emocionalmente.

Dichas capacidades pueden ser desarrolladas por medio del aprendizaje y de la experiencia cotidiana y nos ayudan para un adecuado control emocional:

1) Percepción, evaluación y expresión de emociones

2) Asimilación o facilitación emocional

3) Comprensión y Análisis de las emociones

4) Regulación emocional.

Es muy importante que desde edad temprana iniciemos a nuestros hijos e hijas en el aprendizaje de las habilidades emocionales que les aseguren un desarrollo saludable. El hecho de poner nombre a las cosas da la posibilidad de precisarlas más, de concretar sus características y sus límites, de conocerlas mejor y hasta de dominarlas. El tener y usar un lenguaje emocional rico y preciso les servirá de gran ayuda para conocerse mejor, y que sepan como regular y controlar sus estados emocionales.

En el siguiente enlace podréis encontrar cuentos y libros que os ayudaran a enseñarles a identificar sus emociones para expresar y canalizar sus sentimientos.

23 cuentos y libros para educar las emociones

 

Hace poco tiempo, circunstancialmente, leí la historia del “Flautista de Hamelin”, una pequeña narración que nos puede ayudar a entender la importancia de poseer un buen lenguaje emocional.

“La ciudad de Hamelin sufría una invasión de ratas que aterrorizaba a pequeños y mayores. Las ratas aparecían por todas partes: en las casas, en los graneros, en las calles.

– ¿Qué hacían el alcalde y los concejales? – gritaban los habitantes del pueblo. – ¿No ven que estas alimañas devorarán todo lo que tenemos en las despensas y todas las cosechas? ¡Quizás coman incluso a nuestros hijos o a nosotros mismos!

Ante las quejas de la población, el alcalde hizo saber que prometía 50.000 monedas de oro a quien consiguiera exterminar las ratas. A los pocos días se presentó en el ayuntamiento un hombre alto y delgado, con una flauta bajo el brazo, que le dijo al Consejo Municipal:

  • Conozco la manera de librar de ratas y ratones a la ciudad de Hamelin.
  • ¡Enhorabuena! – respondió entusiasmado el alcalde-; cuando no quede ni un solo roedor, os daremos la recompensa prometida.

El músico comenzó a interpretar con la flauta una melodía mágica por toda la ciudad; las ratas salieron y lo siguieron como embelesadas por aquella tonadilla misteriosa.

Cuando llegaron al caudaloso río Weser, que atraviesa Hamelin, todas las ratas se abalanzaron a las aguas impetuosas del río y se ahogaron sin remedio.

  • Señor alcalde, he cumplido mi parte del trato; ahora cumplid la vuestra.
  • Bien, bien; gracias por haber eliminado las ratas. Pero nos parece que ha sido demasiado sencillo. Creemos que con 100 monedas estarías bien pagado.
  • Quedamos en 50.000, me distéis vuestra palabra- repuso, irritado, el cazador de ratas.

Tomó su flauta, tocó otra canción encantadora y los niños y las niñas de Hamelin, que eran 130, hechizados, siguieron al flautista embelesados.

Lejos de Hamelin, el músico con otra melodía hizo que se abriera una montaña y en ella entraron los niños. Tras un silbido, la montaña se cerró dejándolos aprisionados a todos.

Entonces todos los habitantes de Hamelin se lamentaron desesperados: habían sido injustos, avaros, mentirosos, cobardes, egoístas… El alcalde y los concejales rogaron perdón y piedad al flautista, y ahora le ofrecieron el doble: 100.000 monedas.

El músico aceptó la oferta y los niños volvieron a jugar por las calles sin ratas. (Hermanos Grim, Alemania)”

 “¡Qué lástima que los personajes de esta historia se dieran cuenta tan tarde de las emociones y los sentimientos (satisfacción, egoísmo, avaricia informalidad, compasión…) que los había movido! Si hubieran reconocido por su nombre las emociones, ¡cuántos problemas se habrían ahorrado!”, (Esteve Pujol y Rafael Bisquerra).

Tenemos, si queremos, el poder de volver lo negativo en positivo y ser más felices

                                                                                                                         Mónica Flores Morata

Psychologist

La Devesa School Elche 

Grupo Sorolla Educación

 

 

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